El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, calificó lo que está sucediendo en el Golfo de México como un desastre “potencialmente sin precedentes”. Comprobó de primera mano las repercusiones del derrame de petróleo, tras haberse desplazado a Luisiana, el estado más afectado por el momento.
Obama visitó el centro de mando conjunto de la compañía operadora de la plataforma hundida BP y el Gobierno federal instalado cerca de la ciudad de Nueva Orleans, para supervisar minuto a minuto la situación. Lamentó que las condiciones meteorológicas no hayan “cooperado” en las labores que se llevan a cabo para mitigar los daños de la mancha de crudo.
"Nos preparamos y planeamos para lo peor desde el primer día, aunque esperamos lo mejor", dijo.
Apeló, además, a la investigación iniciada "inmediatamente" luego de la explosión y hundimiento de la plataforma petrolífera para aclarar lo sucedido. El mandatario ya había atribuido antes la culpa al gigante energético británico y en el lugar de los hechos reiteró que BP es “responsable” por el vertido y “pagará la factura”.
La cifra para reivindicar acaba de conocerse. La aseguradora mexicana Jupiter evaluó en 4.600 millones de dólares la suma necesaria para liquidar las consecuencias del derrame. No obstante, ninguna cuenta pueda considerarse final antes de que cese el mismo.
Los ingenieros que trabajan actualmente en Luisiana le enseñaron a Obama su proyecto de una cúpula metálica con la que planifican bloquear el escurrimiento de petróleo del pozo. Le presentaron asimismo tecnologías empleadas para disolver las manchas en productos químicos especiales.
Por su parte, el mandatario prometió no escatimar esfuerzos para ayudar a resolver la situación.
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