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Jueves 01 de Septiembre de 2011
El tigre de Tasmania, especie extinguida en 1936 cuando en Australia pusieran precio a su cabeza al creer que era el mayor enemigo del ganado, carecía de fuerza en sus mandíbulas para matar a un cordero, según un estudio que publica hoy la prensa australiana.
El estudio de la Universidad de Sídney y publicado antes de que el 7 de septiembre se cumplan 75 años de la muerte del último ejemplar en el zoológico de Hobart, señala que "nuestros hallazgos demuestran que las acusaciones de que era la mayor amenaza a la industria ovina fueron injustificadas".
Este marsupial carnívoro al que le dieron el nombre científico de "Thylacinus cynocephalus", se alimentó principalmente de animales pequeños como la comadreja, el wallaby, de la miasma especie que el canguro y ratones.
Entre 1830 y 1909 las autoridades de Australia, época en la que la ganadería fue la espina dorsal de la economía de Australia, la las autoridades mantuvieron en vigor el pago de una recompensa por cada ejemplar de tigre muerto.
El tilacino, conocido como tigre de Tasmania por las franjas que cruzaban su lomo, habitaba en Australia y en Nueva Guinea, pero tras su caza intensiva por parte de los colonos, a finales del siglo XIX tan sólo quedaron varias decenas de ejemplares vivos en Tasmania.
Este animal se a asemejaba a un perro de gran tamaño, tenía el pelaje corto, y un adulto podía medir de largo hasta 1,2 metros, y su cola larga y rígida era de hasta 65 centímetros.
Para conocer crear imágenes en 3D del cráneo animal, el equipo de científicos recurrió al empleo de tomografía axial computerizada con un escáner de los que se utilizan en los hospitales, y para saber la fuerza de sus mandíbulas utilizó el mismo software que a la ingeniería le permite conocer la resistencia de estructuras.
De igual forma, los expertos concluyeron en su estudio, divulgado por la publicación "Journal of Zoology", que los dientes del tigre de Tasmania no eran los adecuados para romper los huesos de sus presas.
Las autoridades de la isla de Tasmania, a unos 240 kilómetros al suroeste del continente, se percataron de la inminente extinción del tilacino, pero adoptaron las medidas de protección cuando era ya demasiado tarde.
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