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Miercoles 6 de abril de 2011
La creciente masa de agua dulce procedente del hielo derretido en el océano Ártico es una incógnita de consecuencias impredecibles en futuros escenarios climáticos, según los investigadores de diez países europeos.
La masa de agua, que en 2009 tenía un volumen equivalente a dos veces el lago Victoria en África (el segundo mayor del mundo) y cuyo tamaño aumenta, podría precipitarse bruscamente en el océano Atlántico cuando cambien los patrones atmosféricos actuales.
Esta es una de las conclusiones del proyecto CLAMER que llevan a cabo 17 institutos de 10 países europeos al recopilar y sintetizar más de 300 estudios financiados por la Unión Europea en los últimos 13 años sobre el cambio climático y sus efectos sobre los océanos y mares europeos.
El informe completo, algunas de cuyas conclusiones fueron reveladas este martes en una nota de prensa por el Instituto Marino de Flandes, será presentado en una conferencia internacional en la Academia Real Flamenca de Bélgica en Bruselas los próximos 14 y 15 de septiembre.
Los vientos que circulan en el Ártico contiene masa de agua dulce
Durante los últimos 12 años los vientos que circulan en el sentido del reloj en el Ártico han contenido, sobre todo en una zona conocida como el Giro de Beaufort (o la cuenca canadiense), una masa de agua relativamente dulce proveniente del caudal excepcionalmente elevado de los ríos (canadienses y siberianos) y del hielo marino derretido, explicó la oceanógrafa holandesa Laura de Steur.
Cuando este patrón cambie, el agua fría penetrará en el océano Atlántico con consecuencias para el sistema de corrientes marinas (circulación termohalina) que transmite calor hacia el norte, modera el clima en Europa y lleva nutrientes esenciales para la vida marina.
Lo que pasará entonces es "difícil de predecir", afirma De Steur, aunque la científica descarta como "absurdo hollywoodiense" el escenario de catástrofe helada descrito en 2004 en la película "The day after tomorrow" (El día de mañana).
"Las edades de hielo ocurren en periodos geológicos de decenas de miles de años", señala De Steur en la nota, aunque admite que "puede haber grandes cambios regionales si la circulación del océano cambia".
Un incremento en el flujo de agua dulce en la superficie del Atlántico Norte puede llevar a un significativo debilitamiento o un completo colapso en la circulación termohalina, al diluirse el agua salina y perder densidad.
La circulación se produce por diferencias de densidad, con las masas más densas tendiendo a hundirse y las menos densas a ascender.
Según Detlef Quadfasel, del centro climático de la Universidad de Hamburgo, los cambios en estas corrientes pueden ser abruptos -una década o dos-, pero se espera que sean más graduales.
La mayoría de los modelos climáticos predicen para finales de este siglo un debilitamiento del orden del 20 por ciento en este fenómeno natural clave para el clima y la vida marina.
"Los cambios en estos parámetros físicos pueden alterar totalmente las condiciones de vida y la distribución de muchas especies" a todas las profundidades, destaca en la nota el científico alemán Thomas Neumann.
Sin embargo, los científicos afirman que el aumento de temperaturas debido a la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera puede contrarrestar en parte el efecto de enfriamiento que causaría en Europa una ralentización de estas corrientes submarinas.
El cambio climático producirá otras alteraciones en los océanos, según los expertos europeos, como el aumento del nivel del agua, que será más caliente y ácida, y una mayor proliferación de tormentas que barrerán las costas.
EFE
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