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Martes 5 de Abril de 2011
A 26 años de su nacimiento, qué significa y qué ha conquistado el proyecto educativo del MST, el cual, junto a la lucha por la tierra, es una de las principales reivindicaciones de este movimiento.
El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) cumplió en 2010, 26 años de trayectoria de lucha por el derecho a la tierra y por la realización de la Reforma Agraria en Brasil. Desde su génesis como movimiento social atribuyó a la tierra un doble significado – espacio de vida y de producción – comprendiendo a la Reforma Agraria como un instrumento de transformación social. Asimismo, el MST vislumbró que la cuestión agraria no se limitaba a la expropiación de la tierra y su distribución entre los trabajadores y las trabajadoras rurales; más allá de eso, urgía la necesidad de construcción de un proyecto popular alternativo para el país.
En esta perspectiva, el MST agregó un nuevo elemento a la lucha por la Reforma Agraria: la educación, concebida como camino necesario a la consolidación de una acción política dotada de criticidad. Escuela, Tierra y Dignidad se volvieron la bandera de lucha del Movimiento. En las palabras del MST: sólo se logra la verdadera ruptura con el latifundio de la tierra cuando se promueve, con la misma intensidad, una ruptura con el latifundio del saber. Así, la educación emerge como una de las principales vías de construcción de este proyecto popular.
Al plantear la educación como una de las principales pautas de su reivindicación, el MST inaugura un debate basado en tres matrices: 1. El derecho constitucional de que todos los ciudadanos brasileños tengan acceso a una formación educativa; 2. La responsabilidad del Estado en el cumplimiento de los derechos presentes en la Carta Magna brasileña; y 3. Una nueva concepción de Educación y de Pedagogía en conformidad con las necesidades cotidianas del pueblo campesino, y dirigidas al fortalecimiento de su identidad con el campo.
En su perspectiva político-pedagógica enfatiza el fortalecimiento de la propia identidad con el campo, condición fundamental para el logro de la Reforma Agraria sobre todo porque refuerza el reconocimiento del campo como espacio de vida y de producción. La educación es comprendida como camino para la asunción de este ethos identitario con el campo.
Un primer enfoque conferido a la educación se anclaba en su potencial de escolarizar: ‘Todos y Todas l@s Sin Tierra estudiando’ significaba el acceso a la lectura y a la escritura como punto de partida para la formación de hombres y mujeres libres, conforme al pensamiento defendido por el educador brasileño Paulo Freire. Constituía una propuesta novedosa que se desarrolla paulatinamente a lo largo del recorrido político del MST. Una preocupación inicial era pensar una propuesta educativa para los niños y niñas presentes en los campamentos y asentamientos del Movimiento. No obstante, conforme profundizaban el debate interno acerca del tema de la educación entendían la urgencia en incorporarla a la agenda reivindicativa construida por ellos en su acción política.
El marco de tal proceso fue la creación, en 1985, del primer Sector de Educación del MST en el campamiento de la Hacienda Annoni -Rio Grande do Sul-. Sabiamente, ese sector asumió el compromiso de articular cuestiones prácticas para el funcionamiento de la escuela, priorizando que ningún niño o niña dejase de estudiar y, a su vez, involucrándolos en las actividades del campamento (Morissawa, 2001)¹.
Paulatinamente el MST fue madurando la discusión interna acerca de la elaboración de una propuesta educativa de y para el Movimiento, estructurada para el fortalecimiento de su acción política y proporcionando al Sector de Educación una concepción de educación más centrada en los propios anhelos políticos, sociales y culturales del MST. Nace entonces el conjunto de principios filosóficos y pedagógicos que guiarán la propuesta educativa del Movimiento. Los principios filosóficos están vinculados a los objetivos más generales y estratégicos del trabajo educativo del MST. El Cuaderno de Educación, titulado Dossiê MST Escola (2005)² y elaborado por el Sector de Educación, apunta cinco principios de esta naturaleza: 1. educación para la transformación social; 2. educación para el trabajo y la cooperación; 3. educación dirigida a varias dimensiones de la persona humana; 4. educación con / para valores humanistas y socialistas; 5. educación como un proceso permanente de formación y transformación humana.
Con respecto a los principios pedagógicos, estos están comprendidos bajo trece principios que demuestran la innegable capacidad de elaboración teórico-educacional tan observada en el campo de las luchas cotidianas impartidas por el MST. Asimismo, expresan la preocupación con aspectos sociales que están más allá de la mera necesidad cotidiana de los asentamientos y campamentos del Movimiento: 1. relación entre práctica y teoría; 2. articulación metodológica entre procesos de enseñanza y de capacitación; 3. la realidad como base de la producción del conocimiento; 4. contenidos formativos socialmente útiles; 5. educación para / por el trabajo; 6. vínculo orgánico entre procesos educativos y procesos políticos; 7. vínculo orgánico entre procesos educativos y procesos económicos; 8. vínculo orgánico entre educación y cultura; 9. gestión democrática; 10. auto-organización; 11. creación de colectivos pedagógicos y formación permanente de los educando(a)s; 12. Actitud y habilidades de investigación y 13. articulación entre pedagogos, colectivos e individuales.
Para el MST, la educación en / para el campo debe contribuir a que los trabajadores y las trabajadoras rurales puedan apropiarse de su historia como sujetos políticos con conciencia histórica y capacidad de transformación de su realidad social y política. Un balance realizado por el MST en el marco de sus 25 años de lucha³ apunta como principales conquistas en el campo educativo: 1. conquista de aproximadamente 2 000 escuelas públicas en los asentamientos y campamentos en 23 estados del país; 2. cerca de 200 mil niños, niñas y adolescentes Sin Tierra estudiando, de los cuales 95% lo hacen bajo un currículo especial elaborado para jóvenes del campo; 3. desde 1991, la promoción de la Educación de Jóvenes y Adultos (EJA), que ha logrado la alfabetización de más de 50 mil trabajadores y trabajadoras rurales (uno de los métodos de alfabetización utilizados en la EJA es el método cubano ¡Yo, Sí Puedo!); 4. Formación de aproximadamente 3 900 educadores en nivel medio y superior; 5. convenio con más de 13 universidades públicas para cursos de nivel superior en licenciatura y posgrado en las siguientes carreras: Pedagogía, Geografía, Derecho, Historia y Agronomía, entre otras, además de los Diplomados en Educación del Campo; 6. más de 250 “Cirandas Infantiles” destinadas a la educación de niños y niñas entre 0 y 6 años de edad, y que funcionan junto a las cooperativas y asociaciones de producción en los campamentos, asentamientos y en los cursos de formación y; 7. Escuelas Itinerantes creadas para el trabajo pedagógico y político en los campamentos, así como para las actividades políticas del Movimiento (por ejemplo, los Congresos Nacionales del MST). Actualmente son 45 Escuelas Itinerantes presentes en 7 estados brasileños; conforme a datos del MST, actúan con más de 350 educadores y educadoras del Movimiento atendiendo a más de 4 mil educandos y educandas.
Una importante contribución del MST en el marco de construcción de un proyecto popular para Brasil se refiere a la conformación, en el ámbito de las políticas públicas, de la discusión acerca del derecho a la Educación del Campo -pautado en el debate sobre la “justiciabilidad del derecho a la educación de los pueblos del campo (…) y la materialización de los derechos sociales, por medio de las das políticas públicas.” (Molina, 2008, p. 21)¹’¹. La Carta Magna brasileña (otorgada en 1988) afirma en su artículo 6º a la educación como un derecho fundamental de naturaleza social y que debe conllevar el pleno desarrollo de la persona, garantizando el ejercicio de la ciudadanía y su calificación para el trabajo. En el marco jurídico significa el cumplimiento del principio de la igualdad, fundamento específico de los derechos sociales. Sin embargo, históricamente la legislación brasileña mantuvo al margen de la agenda política el tema referente a la Educación del Campo¹’². Comprendida como educación rural, se restringía a medidas políticas de implantación de escuelas rurales pero sin un compromiso en estructurar, en términos de currículo, formación de educadores y educadoras ni -sobre todo y en el ámbito de las políticas públicas- una propuesta que verdaderamente contemplase la demanda educativa del campo.
Conscientes de la posición marginal conferida a la educación para el campo, movimientos sociales campesinos brasileños, en especial el MST y los sindicatos de trabajadores y trabajadoras campesinos, reforzaron el debate sobre la educación como derecho ciudadano y deber del Estado. Así, la década de los 90 constituyó el escenario de una amplia discusión acerca de la construcción de un concepto de educación vinculado a la realidad socio-cultural y económica de los sujetos del campo. Asimismo, se comprendía que un proyecto popular alternativo conducido por el campo sólo sería posible en la articulación de la categoría Campo a otras dos: Educación y Políticas Públicas. En este sentido, el MST, otros movimientos populares del campo y demás actores, como el Movimiento Quilombola, el Movimiento Indígena, la Pastoral de la Tierra – vinculada a la Iglesia Católica-, el Movimiento de los Afectados por Represas, intelectuales e investigadores se movilizaron para crear el movimiento denominado “Por una Educación del Campo”, cuyo objetivo central consistía en exigir del gobierno en sus tres esferas – federal, estatal y municipal – la garantía del derecho a la educación (concebida como Educación del Campo) a millares de niños, adolescentes, jóvenes y adultos pertenecientes al campo.
En importantes eventos enunciaron sus inquietudes acerca de la mejoría de los índices educacionales en las zonas rurales, destacadamente en el I Encuentro Nacional de Educación para la Reforma Agraria ENERA (1997) y las dos Conferencias Nacionales por una Educación del Campo (1998 y 2004). Constituyeron un momento histórico en que los sujetos del campo plantearon para la agenda política nacional una concepción de educación vinculada a sus anhelos, a sus saberes y conocimientos, a sus valores, a su cultura y a su identidad. Consolidaron un encuentro de voces que exigieron ante el Estado la legitimidad del acceso a la educación y la defensa de políticas públicas que contemplasen la llamada Educación del Campo.
Los debates realizados en las conferencias generaron documentos para la memoria política y pedagógica de estos eventos; fueron publicados en una colección titulada “Cuadernos Por una Educación del Campo”¹’³. El texto preparatorio para la I Conferencia Nacional “Por una Educación Básica del Campo” señala el doble desafío puesto a los que proponen un proyecto popular de desarrollo para el campo brasileño: 1. la (re)conceptualización de las categorías Educación y Campo, y; 2. la defensa de una política pública para el campo. El mismo documento presenta como ejes fundacionales de la propuesta de la Educación del Campo: la recuperación del contexto político-cultural que sitúa al campo en la sociedad moderna brasileña y qué lugar ocupa la educación en esta realidad. En este sentido denuncia las fallas del sistema educacional brasileño, especialmente por mantener una ausencia de la categoría Campo en el Plan Nacional de Educación. Concomitantemente, en la I Conferencia se demarcaron las Bases para la Elaboración de una Propuesta de Educación Básica para el Campo8, anclada en dos importantes aspectos: 1. un proyecto popular de desarrollo nacional y; 2. un proyecto popular de desarrollo del campo. Para ello se propusieron políticas públicas para el desarrollo de la educación básica en / del campo.
Es importante subrayar que los logros de una propuesta educativa vinculada a la proposición de un proyecto popular alternativo para el país resultan de una trayectoria de lucha sumamente compleja, caracterizada por momentos de avances, tensiones, límites y posibilidades, escenario en que actúa el MST. Componiendo la dialéctica de la resistencia latinoamericana, este destacado movimiento social reafirma día a día que el proceso de transformación social se construye en el propio movimiento de la historia, que es acción y reacción, es construcción cotidiana rumbo a la proposición de caminos de superación de los modelos vigentes de dominación político-económico y, principalmente, ideológicos.
Notas:
1. MORISSAWA, Mitsue (2001). A História da luta pela terra e o MST. São Paulo: Expressão Popular, 2001. 256
2. MST. DOSSIÊ MST ESCOLA (2005). Caderno de Educação nº 13. p.263.
3. Publicado en la Revista Sem Terra – Edición Especial – MST 25 Años – MST na luta sempre. Año XI, nº 48, Enero-Febrero de 2009.
1′1. MOLINA, Mônica Castagna. A Constitucionalidade e a Justiciabilidade do direito à educação dos povos do campo. In: FERNANDES, Bernardo Mançano et. al. Educação do Campo: campo – políticas públicas – educação. Brasília: INCRA; MDA, 2008.
1′2. El título original en lengua portuguesa sería Cadernos por uma Educação do Campo.
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