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El campo mexicano cuenta con los recursos (incluyendo tecnología pública) para la “seguridad alimentaria en maíz para todos” y para aportar los maíces de especialidad requeridos por la pluricultural cocina mexicana. La tecnología transgénica no es necesaria para logar estos objetivos, y más bien representa una amenaza, por lo cual debe evitarse su siembra.
El potencial. En los nueve millones de hectáreas que cubre el agroecosistema de maíz, se puede producir 33 millones de toneladas anuales, mientras la producción actual es de 22 millones. El potencial del campo puede ampliarse a más de 50 millones de toneladas de maíz si se incorporan recursos del sur-sureste susceptibles de aprovechamiento. Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo cuentan con los siguientes recursos:
Agua dulce: Las dos terceras partes de los mil 530 kilómetros cúbicos, dotación anual de agua dulce del país, se infiltran o escurren mayormente al mar (cuencas del Papaloapan, Grijalva-Usumacinta, El Balsas, más centenas de ríos y arroyos que escurren al mar de forma directa).
Clima: Durante el ciclo otoño-invierno (OI), las temperaturas y radiación solar son óptimas para duplicar el rendimiento del maíz con respecto al primavera-verano (PV).
Tierra de labor: Cada año se cosecha 2.5 millones de hectáreas de maíz en el ciclo PV, en su inmensa mayoría bajo temporal. Aunque cercana al recurso agua dulce, esa tierra permanece ociosa durante el ciclo OI en que se ausenta la lluvia. Hay también una reserva de nueve millones de hectáreas de tierras con vocación agrícola, que es subutilizada bajo el sistema de ganadería extensiva. El proyecto de Los Ríos (presentado por la Secretaría de Agricultura en 1988) preveía un millón de hectáreas bajo riego por derivación del sistema Grijalva-Usumacinta entre los estados de Tabasco y Campeche. Este proyecto permitiría el cultivo doble de un millón de hectáreas, con arroz en el ciclo PV y maíz en el OI. Estas tierras formaban parte de la reserva de tierras de labor bajo uso ganadero extensivo. Infelizmente, no fue considerado prioritario este proyecto, el cual además –no es ocioso decirlo– prometía controlar las inundaciones actuales de Villahermosa.
Tecnología pública: Durante el período 1998- 2001 el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) condujo el proyecto Granos del Sur que evaluó la potencialidad productiva de maíz bajo riego en el ciclo OI en el sur-sureste. La información está publicada en cuatro artículos científicos. Los resultados indican que el rendimiento promedio de la región, usando tecnología pública, es del orden de ocho toneladas por hectárea. El híbrido H-515 del INIFAP alcanzó 15 toneladas por hectárea en La Fraylesca, Chiapas.
Infraestructura requerida: La topografía ondulada y profundidad somera de los suelos predominantes, sugieren al riego presurizado como principal medio de distribución del agua a las parcelas. Este mecanismo es dependiente de energía eléctrica, así como de máquinas automatizadas-desplazables de riego. Son por tanto necesarias la interconexión eléctrica de las áreas bajo riego, así como la construcción nacional de tales máquinas. El país necesita los empleos para construir y mantener esa infraestructura, y cuenta con la ingeniería (hidráulica, interconexión eléctrica, electrónica y mecánica) y con los recursos humanos capacitados que requiere esta empresa.
Seguridad alimentaria para todos. El acondicionamiento de cada millón de hectáreas con infraestructura, investigación, extensión, crédito y facilidades para la comercialización en el sur-sureste permitiría añadir ocho millones de toneladas a la producción nacional de maíz. El Estado mexicano podría añadir tres millones de hectáreas en esta región al cultivo del grano bajo riego en ciclo OI en los próximos 15 años, con lo que se incrementaría el potencial de producción de maíz hasta 57 millones de toneladas anuales.
México es el centro de origen y diversificación del maíz. Cuenta con 59 razas nativas que son resguardadas, aprovechadas y mejoradas por 62 grupos étnicos que las cultivan en el 50 por ciento del agro-ecosistema mexicano de maíz. Hay por lo menos dos razones prácticas por las que las 59 razas nativas de maíz de México son insustituibles en el campo mexicano, mientras haya campesinos:
1.- Sólo en tres millones de hectáreas de los nueve millones sembrados con maíz cada año, hay condiciones óptimas para el cultivo del grano. En esta superficie prospera la agricultura empresarial, moderna y competitiva, cuyo paradigma es la agricultura industrial. En los seis millones de hectáreas restantes, las condiciones geográficas y edafoclimáticas distan de ser ideales. Ejemplos son la Sierra de Neblina (Sierra de Zongolica, Veracruz), en donde la baja radiación fotosintéticamente activa es el principal factor limitante; concurren una alta humedad relativa, lluvia que duplica la evaporación, suelos hiperácidos y topografía abrupta. Hay además enfermedades endémicas del tallo, follaje y mazorca. Solamente las razas nativas de maíz (olotón, tepecintle, comiteco y otras) prosperan en este agro-nicho, mientras los híbridos modernos, producidos ya sea por el INIFAP, el Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo (CIMMYT), o los consorcios multinacionales, fracasan consistentemente. Un segundo extremo es la Meseta Semiárida del Norte, la que tiene una estrecha ventana de crecimiento (110 días entre el inicio de lluvias y la primera helada), días calurosos con insolación intensa y sequías severas. Sólo las razas nativas precoces (cónico norteño, conejo, breve de Padilla, bolita y otras) prosperan en este agro-nicho. En 60 años de mejoramiento genético de maíz en México, el éxito en desarrollar variedades o híbridos que compitan con las razas nativas bajo condiciones edafoclimáticas tan restrictivas ha sido muy limitado. La agricultura empresarial, confinada a tres millones de hectáreas, ya produce maíz muy cerca de su potencial. Pero sola no garantiza la seguridad alimentaria para todos.
2.- La cocina mexicana ha sido recientemente reconocida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como patrimonio intangible de la humanidad, e implica unos 600 alimentos (platillos y bebidas) a base de maíz nixtamalizado, entre ellos 300 tipos de tamales. Esta riqueza alimenticia es pluricultural y está inexorablemente vinculada a las 59 razas nativas de maíz. Sólo se puede hacer tortilla tlayuda a partir de la raza bolita. Se podría intentar hacer tlayudas a partir de algún híbrido blanco de Sinaloa, pero el producto sería de baja calidad, como ocurriría con la manufactura de un vino fino a partir de una uva no especializada. Sólo se puede hacer totopos oaxaqueños con la raza zapalote chico, o la tortilla de maíz de máxima calidad con la raza pepitilla, o pozole a partir de la raza cacahuacintle y otras, pinole a partir de las razas chapalote y maíz azul, y la bebida alimenticia pozol y el tescalate con la raza tuxpeño. El tejuino, el cuitlacoche, los tlacoyos, etcétera, tienen su propia especialidad. Cualquier amenaza que se cierna sobre las razas nativas de maíz atenta contra la seguridad alimentaria para todos y contra la viabilidad del uso pluricultural del maíz como alimento.
Ante todo esto, es imperativo impedir la penetración de maíces transgénicos en el campo mexicano. No es posible la coexistencia de maíz modificado genéticamente con las razas nativas del grano en México, sin que éstas acumulen irreversiblemente transgenes y se amenace su integridad genética.
Bajo la hipótesis de liberación comercial de maíz transgénico en México, hay por lo menos cuatro factores que conducirían inexorablemente a la acumulación progresiva e irreversible de transgenes en las razas nativas del grano: 1) la biología reproductiva del maíz, 2) la dispersión incontrolada de los insertos transgénicos en el espacio cromosómico, 3) la segunda oleada de maíz transgénico adaptado a parte del agroecosistema mexicano y 4) las prácticas de campo del Mejoramiento Genético Autóctono. No se sabe si el umbral deletéreo de acumulación de transgenes fuera inferior a los 50 eventos transgénicos independientes disponibles en el mercado mundial de maíces transgénicos. Es inevitable que esos transgenes sean sustituidos por otros, y como basura, se acumularán irreversiblemente en las razas nativas. Mis coautores y yo discutimos este tema en tres artículos científicos publicados en revistas mexicanas.
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