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Cancun,La urgencia de soluciones verdaderas de Copenhague

Continente de America (Central)
Cancun
Copenhague
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Martes 15 de marzo de 2011
"Tras la cerrazón de los gobiernos en Copenhague, Bolivia promovió en Cochabamba una reunión con los movimientos y organizaciones sociales, indígenas, campesinos, ecologistas para pensar juntos, con bases reales, un diagnóstico descarnado de las posibilidades de vida y futuro que nos quedan como conglomerado humano."
Es evidente que hoy entre la gente común hay una percepción más vasta de la complejidad de las crisis actuales. En los últimos años, los pueblos, los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil han construido un diagnóstico certero, detallado y vasto de los efectos nefastos de la agroindustria y el sistema alimentario mundial sobre el calentamiento global, y de la devastación generalizada que el capitalismo provoca al producir riqueza para unos cuantos.
Durante la XV Conferencia Internacional sobre Cambio Climático celebrada en Copenhague en diciembre de 2009, la cerrazón de los gobiernos de los países más culpables del calentamiento global provocó que, de manera inédita, en abril de 2010 un gobierno, el de Bolivia, promoviera en Cochabamba una reunión con los movimientos y organizaciones sociales, indígenas, campesinos, ecologistas para pensar juntos, con bases reales, un diagnóstico descarnado de las posibilidades de vida y futuro que nos quedan como conglomerado humano.
Tras Cochabamba, la reflexión colectiva, con la experiencia y los saberes ancestrales de los pueblos de muchas regiones, más el cotejo de investigadores honestos, reafirmaron la urgencia de que la gente reconstituya su propia historia, impulse su autonomía, asuma un control territorial comunitario, reafirme las prácticas ancestrales y contemporáneas de una agricultura campesina, cuidadosa de la vida y su equilibrio en la Tierra, y defienda el cultivo y la procuración independientes de alimentos propios. Es urgente también que los pueblos rechacen los programas, proyectos, políticas públicas y los mecanismos de mercado (como REDD) con los que se trafica con el aire y con el trabajo de cuidado que las comunidades han tenido de sus bosques, porque no resuelven el problema de fondo y sí atentan contra la justicia y las posibilidades futuras de nuestro planeta.
Tal vez entonces la XVI Conferencia de Cambio Climático en Cancún sea el escenario para expresar el primer rechazo global a la devastación provocada por el modelo industrial que se nos ha impuesto.
El desnudamiento de Copenha-gue. Sin duda la XV cumbre sobre cambio climático a fines de 2009 dejó una insatisfacción general ante la actitud de los llamados países desarrollados. Vía Campesina resumía la situación el 19 de diciembre en un comunicado de prensa: “Los gobiernos del mundo se han mostrado incapaces o reacios a realizar los cambios necesarios para encontrar una solución justa al caos climático actual”. La queja principal era [y es] que las negociaciones estuvieron marcadas por intereses individuales y ‘soluciones’ de mercado totalmente ineficaces, pero que abren la puerta para que las corporaciones puedan seguir haciendo negocios, sin importarles que las condiciones se recrudezcan y sea mayor y más inmediato el riesgo para el mundo (empezando por la población más frágil o aquélla que los poderes menosprecian y tienden a sacrificar).
“No se debatieron ni se consideraron recortes drásticos en las emisiones (incluidos en un acuerdo vinculante)”, insiste la Vía, “ni la reorientación de las economías de agro-exportación, la reforma agraria, y otras medidas que podrían contribuir a disminuir el ritmo del calentamiento terrestre”. Los gobiernos se negaron a considerar siquiera las alternativas reales ofrecidas por los movimientos sociales internacionales, los grupos ecologistas, los pueblos indígenas y otros. En cambio, y pese a que el “acuerdo de Copenhague no menciona explícitamente la agricultura, la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático “quiso incluir el suelo”, dice el boletín de prensa de la Vía Campesina, “entre los métodos para capturar carbono e incluir la agricultura en su transferencia de tecnología, abriendo así el espacio a las compañías transnacionales para recibir subsidios con el fin de introducir semillas transgénicas y métodos de agricultura industrial como la labranza cero. Ésta es precisamente la fórmula de desarrollo agrícola que nos ha llevado a la crisis social y ambiental”.
El investigador George Monbiot reflexiona que cualquier viraje en la temperatura global reduce el rango de lugares que pueden sustentar vida humana. Por eso en la última era glaciar, los humanos quedaron confinados a latitudes más cercanas al ecuador. Un calentamiento global “tendrá el efecto opuesto: empujará a la gente a latitudes mayores, sobre todo conforme disminuyen las existencias de agua”. E insiste: Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, “es muy posible que decrezca el potencial para producir comida cuando aumente la temperatura 3 grados centígrados”. El panel usa la frase “muy posible” para hablar de una probabilidad de más de 90%. A menos que lleguemos a un fuerte acuerdo climático muy pronto, el resultado probable es un aumento de 3 o más grados para fines de siglo.
Incluso en latitudes mayores el área de tierra habitable disminuirá conforme se eleve el nivel del mar. El aumento probable para este siglo —tal vez menos de un metro— amenaza sólo a algunas poblaciones pero el proceso no parará en 2100. Durante el periodo interglacial previo, hace unos 125 mil años, la temperatura global promedio fue de un 1.3 grados mayor que hoy, como resultado de los cambios en la órbita de la tierra alrededor del sol. Un nuevo artículo en la revista Nature muestra que los niveles del mar durante ese periodo fueron de entre 6.6 y 9.4 metros más que hoy. Una vez que subió la temperatura, la expansión del agua marina y el derretimiento de los casquetes de hielo en Groenlandia y el Antártico fue imparable. Me pregunto si el gobierno de Dinamarca, cuyo atroz manejo de la conferencia contribuyó a su fracaso, habría hecho intentos con más empeño si su pueblo supiera que no tendrán país en lo absoluto en unos cuantos cientos de años.Conforme la gente se vea desplazada de sus hogares por la sequía y el aumento del nivel del mar, y conforme disminuya la producción de alimentos, el planeta será incapaz de sustentar a la población actual. El colapso en el número de humanos no será ni suave ni exento de dolor; conforme la temperatura global promedio suba gradualmente, los eventos asociados con esto llegarán por sorpresa y sin acomodo: sequías repentinas o tormentas súbitas.
Es por eso que los países menos desarrollados, que serán los más golpeados, hicieron las más fuertes demandas en Copenhague. Ciento dos naciones pobres llamaron a limitar el aumento máximo de la temperatura global no a dos grados sino a 1.5 grados. El negociador en jefe del bloque del G-77 se quejó de que a África se le pidiera “firmar un pacto suicida, un pacto de incineración, con el fin de mantener la dominación económica de unos cuantos países”.
Por supuesto, “en sus desesperación por silenciar las protestas”, el 16 de diciembre los poderes en Copenhague desataron una violenta represión policiaca, además de detener “preventivamente” a muchos de los portavoces del movimiento Climate Justice Action. Más que sólo un fracaso, Copenhague desnudó la voluntad política real y el grado de complicidad de las corporaciones, los gobiernos y los organismos internacionales. Silvia Ribeiro lo reportó diciendo:
Al contrario de lo que uno creería, esa convención no trata de las causas y soluciones reales al cambio climático, sino sobre todo de cómo gestionar y aumentar las ganancias con el comercio del cielo y el aire limpio —materias cada vez más escasas (y, por tanto, más rentables) gracias al desastre climático, a su vez provocado por los que más lucran ahora con ese comercio.
Afuera convergen en la protesta los que tienen las alternativas reales para salir de las crisis —campesinos, indígenas, pescadores artesanales, comunidades en resistencia contra megaproyectos energéticos y otros— con miles de jóvenes que, como tantas veces en la historia, se niegan a participar en esta farsa que les roba el futuro. Son reprimidos porque nada hay más peligroso para los dueños de la Matrix que jóvenes decididos a ver la realidad, a no venderse y a autogestionar su vida, o campesinos e indígenas que pretenden seguir en sus tierras y culturas produciendo sus alimentos y los de la mayoría de la gente mientras cuidan el planeta. Pero lo que a los señores les resulta realmente insoportable es que se pongan de acuerdo, que es justamente lo que sucedió en Copenhague.
La apuesta de Cochabamba. Sa-bedor de que los acuerdos “alcanzados” en Copenhague ponen en riesgo el futuro de la humanidad, que las decisiones reales las tomó un selecto grupo encabezado por Estados Unidos que presentó un acuerdo a las naciones más pobres, sin negociación alguna (y los extorsionó literalmente para que lo firmaran o perderían los fondos de adaptación que los ayudaría a sobrevivir las primeras cuantas décadas de colapso climático), el gobierno de Bolivia dio un paso inusitado. Convocó a “los pueblos y movimientos sociales y defensores de la madre tierra del mundo, a los científicos, académicos, juristas y gobiernos que quieren trabajar con sus pueblos, a la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra” entre el 20 y el 22 de abril del 2010 en Cochabamba, Bolivia.
La intención expresa era “analizar las causas estructurales y sistémicas que provocan el cambio climático y proponer medidas de fondo que posibiliten el bienestar de toda la humanidad en armonía con la naturaleza”. Acordar propuestas de nuevos compromisos para el Protocolo de Kioto y para proyectos de decisiones de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático que guiarán el accionar de los gobiernos comprometidos con la vida en las negociaciones de cambio climático y en todos los escenarios de Naciones Unidas respecto a deuda climática, migrantes-refugiados del cambio climático, reducción de emisiones, adaptación, transferencia de tecnología, financiamiento, bosques y cambio climático, visión compartida, pueblos indígenas y “otros”, además de elaborar un referéndum mundial de los pueblos sobre el cambio climático, trazar un plan de acción para constituir un tribunal de justicia climática y definir estrategias de acción y movilización en defensa de la vida frente al cambio climático y los derechos de la Madre Tierra.
Más allá de la intención expresa, es sorprendente que un gobierno haya sido sensible a lo que los pueblos y movimientos de muchas partes del mundo están diciendo. Quizá es la primera vez en que, ante una crisis alarmante de nivel internacional, un gobierno convoca a colectivos, grupos, organizaciones de la sociedad civil más los expertos, los investigadores y las comunidades (y no únicamente a los funcionarios de otras naciones) a debatir a fondo qué se podría hacer.
La afluencia a la cumbre de Cochabamba fue mucho mayor de la esperada, tomando en cuenta que de las 35 mil personas asistentes, por lo menos 10 mil vinieron de otros países. La discusión se repartió en grupos de trabajo, y éstos sesionaron colectivamente. Es claro entonces que además del documento final, son sumamente valiosos cada uno de los 17 documentos, porque sirven de fundamento a una postura internacional que hace eco de los movimientos y organizaciones sociales, de la sociedad civil, y de los investigadores en las materias relacionadas, sirviendo de contrapeso expreso a lo surgido por los negociadores de los grandes intereses en Copenhague, que sesionaron a puerta cerrada para entregar un acuerdo ya cocinado.
El Grupo 17. La Vía Campesina lleva ya tiempo con una campaña internacional para hacer conciencia entre el público de que la agricultura campesina puede enfriar el planeta, por su cuidado y recuperación de los suelos, por su ancestral trasiego de saberes pertinentes que se intercambian junto con las semillas nativas propias, por su renuncia a los agrotóxicos y a las fórmulas industriales, y por romper con el sistema alimentario corporativo que suma gases con efecto de invernadero y pasos innecesarios en su enloquecida carrera por agregarle valor económico a los alimentos con más y más procesos —del acaparamiento de la tierra a la semilla certificada, al suelo, a su “fertilización y desinfección” megaquímica, a la mecanización agrícola, al transporte, al lavado, procesamiento, empaque, estibado, almacenado y nuevo transporte (incluso internacional) hasta arribar a las mesas de hogares y comederos públicos. La campaña de la Vía muestra con claridad que la soberanía alimentaria no es una nueva utopía con la cual sustituir los anhelos de transformación del siglo XX. La soberanía alimentaria es una idea sugerente para abandonar la dependencia y emprender un camino de libertad, creatividad y plenitud. Es una práctica asociada al autogobierno, a la comunidad, y al cuidado del bosque, el agua, los cultivos, las semillas nativas asociadas a saberes propios y a todo un territorio.
Si todavía en 2009 esto iba penetrando la conciencia del público, en Cochabamba reafirmó su pertinencia y pasó a ser una de las propuestas centrales de un movimiento mundial campesino cuyo componente nodal es indígena, y que va logrando aliados entre más y más organizaciones de la sociedad civil.
Entonces, la Vía Campesina convocó expresamente a la creación de uno de los grupos de la reunión (el 17), con la coordinación de CLOC-Vía Campesina, un grupo enfocado justamente a la soberanía alimentaria y a la agricultura, y sus relaciones con la crisis climática. La visión integral con que se abordó el debate permitió no sólo un diagnóstico de los aspectos cruciales que inciden en la liberación de gases con efecto de invernadero. Asomó también la complejidad de las fuerzas que inciden en provocar una crisis ecológica entreverada con una crisis financiera, energética, alimentaria, jurídica, de la percepción, de la basura, de la migración que vacía el campo y colma las ciudades recrudeciendo las condiciones del campo y las exigencias de la ciudad.
El diagnóstico del Grupo 17 refleja el panorama completo de la devastación provocada por el sistema industrial, torna más entendible la maraña de relaciones que inciden, y desnuda los esquemas manipulativos de las corporaciones, instancias internacionales y gobiernos de todo signo que no cejan en promover remiendos tecnológicos insuficientes para cada una de estas crisis y destinan cantidades millonarias a seguir haciendo negocios como siempre.
En el documento final del Grupo 17 se sistematizan también las estrategias que podrían revertir el calentamiento global y fortalecer la autonomía, el control territorial y una lógica integral, creativa y sustentable.
La diversidad de experiencias, orígenes y culturas no fue impedimento para escucharse y avanzar en la construcción colectiva, lo que hace de este grupo de trabajo un ejemplo de cómo puede trabajarse en conjunto. Buena parte de las organizaciones sociales o de la sociedad civil que participaron en éste, llevan años trabajando por abajo, construyendo con los movimientos y reflejando sus propuestas para catapultarlas al público en general.
El diagnóstico. La primera gran conclusión del Grupo 17 es que “el agronegocio es una de las causas principales del cambio climático a través de su modelo social, económico y cultural de producción capitalista globalizada y su lógica de producción de alimentos para el mercado y no para cumplir con el derecho a la alimentación adecuada. El cambio de uso de suelo (la deforestación y la expansión de la frontera agrícola), los monocultivos, la producción, comercialización y utilización de insumos agrotóxicos y agroquímicos, el procesamiento industrial de alimentos y toda su logística para transportarlos miles de kilómetros hasta llegar al consumidor, la producción de gases con efecto de invernadero en los megadepósitos de basura y estiércol de la ganadería industrial intensiva, son causantes principales de la crisis climática y del crecimiento del número de personas hambrientas y de los desnutridos en el mundo”.
El agua se privatiza, se restringe su acceso para el consumo o la producción independiente de alimentos, mientras su uso en minería, extracción petrolera, criaderos industriales, plantaciones forestales y proyectos agroindustriales la acaparan y contaminan sin miramientos. Hay científicos que reciben grandes subsidios por investigar remedios tecnológicos “innovadores”, a veces muy enloquecidos, para enfriar el planeta sin ir al fondo del asunto (agrocombustibles, transgénicos, nanotecnología, biología sintética, biochar, árboles artificiales, basureros de carbono mediante plantas destiladoras, geoingeniería: todo es una feria de la ciencia-ficción hecha negocio). Se idean mecanismos mercantiles y especulativos para comerciar derechos de contaminación mientras se piensa en las comunidades rurales como servidumbre que cuide los patrimonios “de la humanidad” que algún día podrán explotarse de algún modo. Se depredan bosques y se instalan plantaciones de árboles dizque para remediar el cambio climático, se urden complicados mecanismos de seudo participación y “compensación” que no son sino esquemas en que las empresas evaden responsabilidades y ganan dinero mientras las comunidades quedan atrapadas en esquemas que les impiden ejercer su territorio. Se profundiza la invasión de los territorios indígenas (en particular y en forma grave el espacio más vasto de biodiversidad que es la Amazonia).

La especulación que entrañan los bonos de carbono, alcanza la cúspide de la estafa al comerciar con el aire que otros cuidan otros que están lejos de quienes compran, venden, valorizan o desvalorizan dicho cuidado. Especialmente nocivos son los programas que se anuncian como Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación (REDD), porque además implican el posible y muy factible enajenamiento del manejo territorial con lo que los comerciantes en carbono lograrían un control creciente sobre los bosques de los pueblos.
“El avance del libre comercio a través de los acuerdos de asociación económica, de los tratados de libre comercio y protección de inversiones, entre otros, son un ataque directo a la soberanía de los países y los pueblos, a la autonomía de los Estados y a la capacidad de acción multilateral de los organismos internacionales.”
Las legislaciones de semillas intentan robarle por fin a las comunidades campesinas e indígenas las claves más profundas del futuro: las semillas. Se trata de certificar, “homologar” y criminalizar con precisión las variedades y los intercambios más eficaces y antiguos con los que la vida campesina ha logrado alimentar al mundo y a fin de cuentas cuidarlo por más de 10 mil años.
“La actual agudización del acaparamiento de tierras y los océanos por parte de grupos económicos, empresas transnacionales y capitales especulativos tanto estatales como privados es una de las agresiones más graves e inminentes que enfrentan los pueblos y su soberanía alimentaria, social y política. La extrema concentración y extranjerización de la tierra, agravadas por las actuales normas de libre comercio, atentan contra la biodiversidad vegetal y animal, contra las reformas agrarias, el derecho a la alimentación adecuada y los procesos de reconstitución de los territorios indígenas y campesinos por lo que los movimientos sociales han luchado sin descanso”.
Los diversos modos de la propiedad intelectual son “un instrumento de privatización que destruye los sistemas de saberes originarios, locales, tradicionales y científicos”, y restringen el flujo interminable de tales saberes, quebrando su vida más profunda y entretejida.
La lógica industrial violenta las escalas de uno y otro y otro proceso que antes ocurrían en dimensiones naturales, o humanas: son las agroempresas, los agrotóxicos, el monocultivo, la minería, el petróleo y su química, la tala cínica y brutal.
Lo anterior tal vez se ha dicho en variados tonos durante ya varios años. Lo novedoso y fuerte es que un grupo plural trabajando junto haya podido sistematizar, conjuntar y consensar el panorama complejo de la devastación y promueva su amplia difusión para convertirlo en una especie de diagnóstico/plan de acción con el cual incidir en las negociaciones del cambio climático, pero sobre todo promover organización, trabajo de largo plazo y procesos de transformación creativa y por lo tanto incómoda.
De Copenhague a Cancún vía Cochabamba. Tanta certeza crece por lo plasmado en Cochabamba, que durante el Foro Social de las Américas en Asunción, Paraguay, muchos de los colectivos que conformaron el Grupo 17 reivindicaron la pertinencia de revivir la acción del grupo y trabajar con miras a Cancún para detallar y difundir sus conclusiones, además de emprender talleres a todos los niveles.
Por otra parte, se difundió la noticia de que algunas conclusiones de la Conferencia de Cochabamba se habían incorporado en el documento de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, “que ahora ha sido reconocido como un texto de negociación por los 192 estados que se congregaron en Bonn, Alemania, durante la primera semana de agosto de 2010”. Esto, por supuesto, no significa que se aprobarán, pero por lo menos, un primer impacto de la reunión de Cochabamba, y sin duda del gobierno boliviano, es que en la siguiente ronda de negociación, en China, estén considerados algunos elementos del documento final de la reunión de abril en Bolivia.
Cochabamba también logró impulsar la noción de que estamos ante una crisis climática, que por su complejidad de factores es tan sólo una parte muy grave de una verdadera crisis de devastación ambiental, y que eso, como ya dijimos, está en el fondo de un equipaje que carga muchas crisis acumuladas.
Ya se advierte una movilización donde los colectivos, redes, grupos, comunidades y organizaciones de los afectados ambientales esperan confluir en Cancún desde varios rincones del continente americano y Europa, por lo menos, convocados por una confluencia entre Vía Campesina Norteamérica y la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales de México.
Tal vez entonces Cancún sería el escenario de una gran manifestación contra la devastación ambiental global, lo que abriría un cuestionamiento al efecto destructivo combinado del capitalismo y su modelo industrial. Son los efectos del robo, privatización y contaminación del agua; del aumento imparable de basureros y sitios de desechos tóxicos, del envenenamiento por industrias y agroquímicos en campos, fuentes de agua y bosques; de la erosión bestial ocasionada por los monocultivos, por la homogenización de especies, la degradación de los suelos y la expulsión de personas y comunidades. Son los criaderos industriales, por su actividad por los productos alimentarios que generan. Son las presas e hidroeléctricas en su alteración radical de los territorios, el trasvase de cuencas y la alteración de los ciclos de agua. Son las mineras en su despanzurramiento general de cerros y montes, más la contaminación extrema de los lixiviados, pero también la forma en que se controlan los minerales mediante ejércitos irregulares, paramilitarización y guerra extrema, y la utilización de mano de obra semiesclavizada y frágil, como los niños. Es la urbanización salvaje (muchas devastaciones juntas: despojo del agua, basurales, cambio de uso de suelo, alteración climática por las enormes planchas de cemento, proliferación de tiendas de conveniencia, desmantelamiento del comercio local, desarticulación de la vida social y los saberes, delincuencia, inseguridad, precarización, escasez de alimentos, hacinamiento, etcétera).
Las propuestas. Los pueblos originarios, las comunidades campesinas, exigen autogobierno, soberanía alimentaria, autonomía plena. Defienden sus bosques, sus fuentes de agua, el maíz nativo, todos los cultivos propios, sus sistemas de recolección, pastoreo y pesca, sus sistemas de salud y medicina tradicional. Defienden la libertad de poseer, custodiar e intercambiar sus semillas nativas, sus saberes de siempre, “su modelo sustentable de producción agrícola campesino e indígena/originario y otros modelos y prácticas ancestrales ecológicas que contribuyan a solucionar el problema del cambio climático y aseguren la soberanía alimentaria, entendida como el derecho de los pueblos a controlar sus propias semillas, tierras, agua y la producción de alimentos, garantizando, a través de una producción local, autónoma (participativa, comunitaria, compartida) y culturalmente apropiada, en armonía y complementación con la Madre Tierra, el acceso de los pueblos a alimentos suficientes, variados y nutritivos, profundizando la producción de cada nación y pueblo. Al mismo tiempo rechazamos la uniformización alimentaria a nivel global y sus impactos nutricionales, ambientales, sociales, culturales y sanitarios.”, dice el Grupo 17. Defienden sus territorios y su biodiversidad de la tremenda invasión de todo tipo de proyectos de extracción y devastación. Rechazan la agroindustria, los organismos genéticamente modificados, los agrocombustibles, la nanotecnología y la geoingeniería, los farmacultivos, la tecnología Terminator, los megaproyectos, los tratados de libre comercio, las leyes de privatización y certificación de sus cultivos, el patentamiento y los derechos de propiedad intelectual, los decretos que rompen la comunalidad de sus entornos y de sus saberes. Exigen que no se criminalice la resistencia.
Son las comunidades campesinas, indígenas, aquéllos que sí pueden enfriar el planeta, y para lograrlo exigen una reforma integral “de reconstitución de territorios indígenas, afrodescendientes, campesinos; de construcción participativa de los pueblos con enfoque de género, a fin de que los pueblos campesinos e indígenas/originarios, sus culturas y formas de vida, recuperen su papel central y fundamental en las agriculturas del mundo para lograr la soberanía alimentaria y recuperar la armonía que logre el equilibrio climático del planeta”.
Las auténticas soluciones implican situar correctamente las causas en quienes emiten los gases con efecto de invernadero, y cuestionar los modelos industriales, en particular la agroindustria y todo el sistema alimentario global que mediante su integración vertical es responsable de la mitad o más de las emisiones.
Sobre todo, las soluciones verdaderas implican reivindicar la agricultura campesina, es decir, asumir que hay un complejo modo de vida que está cuidando la existencia mediante el cultivo. Que produce sus alimentos de modo independiente sin pedir permiso a nadie para existir evadiendo en gran medida el sistema alimentario corporativo global. Que tiene un anclaje muy fuerte en tradiciones milenarias de saberes asociados (como el trabajo de preparación de los terrenos, la recuperación de los suelos, los modos de siembra, el vastísimo cuidado de la biodiversidad, el trabajo sin insumos intensivos químico-tóxicos, más el manejo integral del territorio y no sólo de las parcelas). Todo este tejido (que no será posible si no se concreta una justicia real y una reforma agraria integral), conforma una propuesta que, efectivamente, puede contribuir a enfriar el planeta, mientras se hace una conciencia clara de todo lo que hay que considerar y defender en la complejidad de la devastación generalizada para no quedar atrapados en los vendavales de las crisis actuales.
Hoy eso es mucho más claro que nunca antes y abre un horizonte de movilización futura de larguísimo plazo.

Lecturas para profundizar
• Alianza Biodiversidad: Crisis Climática, falsos remedios y soluciones verdaderas, compendio especial de Biodiversidad, sustento y culturas,abril de 2010. (Ver ahí los tres textos de GRAIN —“La crisis climática es una crisis alimentaria. la agricultura campesina puede enfriar el planeta, “Cuidar el suelo”, “El fracaso del sistema alimentario transnacional”; “Matrix climática, de Silvia Ribeiro y “El fracaso de las negociaciones en Copenhague, el futuro está en manos del pueblo”, 19 de diciembre de 2009, de Vía campesina.)
• Comunicado de prensa CPCCDMT / “Las propuestas del Acuerdo de los Pueblos en los textos de negociación de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, 16 de agosto de 2010.
• Conclusiones Grupo de trabajo 17: “Agricultura y soberanía alimentaria”, Conferencia Mundial de los Pueblos sobre cambio Climático”, Biodiversidad, sustento y culturas 65, julio de 2010, p. 21.
• George Monbiot: “Réquiem por un planeta atestado”, The Guardian, 21 de diciembre de 2009, Biodiversidad, sustento y culturas 63, enero de 2010.
• Raquel Núñez, “Por la huella de Cochabamba”, Boletín 154 del World Rainforest Movement (WRM), mayo de 2010.
Grain

 




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