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La ONU y las delegaciones de los 194 países que asistirán a la cumbre sobre cambio climático de Cancún (México) se enfrentan al difícil reto de lograr unos objetivos comunes para combatir ese problema y evitar que se repita un fracaso como el de Copenhague en 2009.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y la responsable de la Convención sobre Cambio Climático, la costarricense Christiana Figueres, dirigirán estas negociaciones que comenzarán el 29 de noviembre y se prevé que finalicen el 10 de diciembre, y deberán asegurarse de que los compromisos que de ahí salgan se transformen en acciones concretas.
La percepción de la ONU, según afirmó esta semana el secretario general adjunto de Naciones Unidas, Robert Orr, es que en Cancún "se pueden conseguir avances considerables, lo que no quiere decir que esperamos que se resuelvan todos los asuntos".
Ban ya ha subrayado también que en Cancún harán falta "progresos en todos los frentes. Hay que avanzar en la protección de los bosques, las finanzas y en la cooperación y adaptación tecnológicas".
"Los progresos en esas áreas pueden dar resultados inmediatos, en particular para los más vulnerables. Podemos y debemos avanzar en esos aspectos ya, aunque los gobiernos tengan que tratar con asuntos políticos más difíciles", afirmó Ban en la última reunión del G-20 en Corea del Sur.
Aunque las negociaciones de Cancún no concluirán con un acuerdo vinculante para la reducción de emisiones, sí se esperan avances o decisiones prácticas en algunos aspectos, como la reducción de los gases que producen el efecto invernadero, sobre los que la Organización Mundial de la Meteorología (OMM) llamó este miércoles la atención.
Según la OMM, los gases de efecto invernadero alcanzaron en 2009 los niveles más altos observados desde la época preindustrial.
En Cancún se esperan progresos en las vías para ayudar, incluida la financiación, a las naciones menos preparadas para afrontar el calentamiento global, con la creación de un fondo o la transferencia de tecnología y la reforestación.
Las esperanzas también están depositadas en que los dos mayores emisores de dióxido de carbono, como son China y Estados Unidos, acerquen posiciones y se comprometan a alcanzar un acuerdo.
En el caso de Pekín, se espera que acepte que tiene que evaluar, vigilar y registrar sus niveles de emisiones contaminantes, y de Washington que su administración entienda que también interesa y conviene a sus intereses que haya un acuerdo internacional.
"El acuerdo puede lograrse", señaló a mediados de noviembre Figueres, aunque también ha sugerido rebajar las expectativas y ha pedido "poner los pies en la tierra" para evitar otro fracaso como el de Copenhague, cuando quedaron patentes las diferencias entre países en desarrollo y desarrollados, y también entre estos mismos.
El éxito en Cancún dependerá en definitiva del compromiso de los países y en su capacidad para decidir actuar, ya que nuevos retrasos no beneficiarán a nadie.
Figueres también tendrá que decidir el enfoque negociador y si se decanta por los debates multilaterales como en la recién concluida cumbre de Nagoya (Japón) sobre la Diversidad Biológica.
"En Cancún se debería de llegar a alguna resolución sobre cómo continuar con el protocolo de Kioto, ya que ello afecta claramente los compromisos de los países que están bajo ese tratado", señaló la costarricense.
El protocolo de Kioto (1997) entró en vigor en 2005 y expira en 2012, y se espera que para esa fecha los países hayan logrado un acuerdo sobre el nuevo tratado internacional que lo sustituya.
En este punto las brechas son amplias, pues mientras que hay naciones como Estados Unidos que nunca ratificaron Kioto, otros -en especial las economías en desarrollo- buscan que se amplíe su vigencia y otros quieren un nuevo tratado.
Por el momento, la mayoría sigue en desacuerdo sobre principios básicos para avanzar en la negociación como serían los porcentajes mínimos de emisiones de gases contaminantes que se comprometen a reducir en la práctica.
También hay diferencias sobre el futuro del protocolo de Kioto y sobre cómo contabilizar y vigilar los compromisos de los países a nivel nacional para reducir esas emisiones, que en algunos de ellos ya se han plasmado en la legislación o en políticas nacionales.
En ese sentido, se espera que Estados Unidos explique en la reunión de México cómo ejecutará su promesa de Copenhague de reducir la emisión de esos gases contaminantes en el 17% para 2020.
Sobre la reunión de Cancún y los compromisos que de allí puedan surgir planea la crisis económica y financiera internacional y el impacto que tiene en la adopción de políticas nacionales en momentos de alto desempleo en todo el mundo.
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