Costa rica,rio grande de Tarcoles el mas contaminado de centro america
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El río Grande de Tárcoles, en Costa Rica, es el más contaminado de Centroamérica, pero junto a su desembocadura, en el Pacífico central de este país, un manglar esconde un enorme tesoro natural que lucha por ser reconocido por el turismo. Los manglares de Guacalillo, a unos 120 kilómetros al oeste de San José, son los más cercanos a la capital costarricense, apenas a poco más de una hora de viaje, y ofrecen a sus visitantes un mosaico de flora y fauna tropical insospechado.
Colonias de cocodrilos, bandadas de loros de la variedad lapa roja y otras aves como halcones, águilas pescadoras, martín pescador y garzas azules y verdes, así como lagartos del tipo basilisco, cangrejos, monos cara blanca y aulladores, son parte de la fauna que habita en este bosque de mangle que ha sido, hasta ahora, poco explotado por la boyante industria turística en la zona.
Empresarios locales se han dado a la tarea de recuperar el área, limpiándola constantemente de la basura que llega desde la zona central de Costa Rica con la corriente del río Grande de Tárcoles.
Este río es el principal desagüe de aguas negras del Valle Central, donde habita más del 50% de la población costarricense, pero además ha sido el sitio donde muchos tiran toda clase de desechos, desde basura convencional hasta residuos químicos, muebles y electrodomésticos.
Cifras oficiales señalan que cada segundo se vierten 3.200 litros de aguas negras a la cuenca del Tárcoles, desde el Valle Central, pero en Guacalillo, ubicado a pocos kilómetros de su desembocadura, nadie podría notarlo. Los canales de este manglar son tranquilos y rebosantes de vida. Los únicos sonidos que se escuchan son los de monos y aves, junto con los de los motores de los botes turísticos para explorarlos.
Los visitantes pueden recorrer en dos horas unos 11 kilómetros sobre las quietas aguas hasta salir a la desembocadura del río, hogar de grandes colonias de cocodrilos de hasta cinco metros de longitud.
Costa Rica tiene unas 41.000 hectáreas de manglares, pero el de Guacalillo, de apenas 370 hectáreas, es uno de los más ricos, afirma Pilar Antillón, de la empresa Eco Jungle Cruises, una de las que ofrecen excursiones en bote a través de este bosque de mangle.
En Guacalillo se pueden encontrar cuatro de las cinco especies de mangle que hay en Costa Rica, explica el guía turístico Fabián Guzmán, que detalla que en la zona crecen el manglar negro, el rojo, el blanco y el piñuela.
De acuerdo con Guzmán, en esta zona habitan unas 300 especies de aves, un tercio de las identificadas en Costa Rica.
No es difícil hallar desde los botes, nidos de lapas rojas con parejas revoloteando en las copas de los arboles, así como reptiles y cangrejos de vivos colores casi posando en las raíces de los mangles.
Enormes termiteros permiten identificar los árboles donde se pasean osos hormigueros y monos que gustan de comer termitas, como el cara blanca, considerado uno de los más inteligentes en América, por su habilidad para utilizar herramientas.
Bajo el agua la riqueza es igual de abundante: ojos vigilantes de cocodrilos se asoman en las orillas esperando alguna presa y cientos de peces nadan por los canales, pues el delta del Tárcoles es un lugar ideal para desovar.
La deforestación circundante y, sobre todo, la contaminación y sedimentos que llegan a la costa en las aguas del Tárcoles constituyen la mayor amenaza para los manglares de Guacalillo, dice Guzmán, pero sostiene que la comunidad se ha dado cuenta del potencial turístico del área y ha redoblado los esfuerzos para garantizar su conservación.
Hasta ahora, la mayoría de visitantes a los canales y el manglar han sido turistas que llegan al Pacífico central costarricense en un crucero, pero el objetivo de los empresarios y vecinos es dar a conocer a Guacalillo como un destino de fácil acceso con una enorme oferta natural que merece ser disfrutada.
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