La inundación que ha arrasado el sur de Polonia, la más fuerte en 160 años, se dirige hacia el norte del país, donde sus habitantes se fortifican con diques improvisados e intentan poner a salvo sus pertenencias de la violencia del agua, que ya ha causado una quincena de muertos y pérdidas millonarias.
Aunque las autoridades consideran que la situación más crítica ya ha sido superada, Ejército, bomberos y residentes se esfuerzan hoy en reforzar con sacos de arena los diques que frenan el avance del río Vístula en municipios como Sosnówka y Leg, en el norte del país, que todavía no han sido alcanzados por la virulencia de la riada.
Junto a ellos, equipos de rescate venidos de Alemania, Francia, Ucrania, Lituania y Rusia colaboran en las labores de achique de agua y reconstrucción del trazado del río, en una tarea en la que incluso varios centenares de presos han sido puestos a trabajar.
La dramática situación ha obligado a evacuar a miles de ciudadanos y animales, especialmente en las cercanías de la ciudad de Plock, donde la rotura de varios diques ha dejado varias comarcas rurales anegadas por el agua y ha obligado a reubicar temporalmente a cuatro mil personas y otros tantos animales.
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