Por lo visto, siempre hay que ejercer presiones en el club de países nucleares para impulsar nuevas normas que aseguren el cumplimiento de las obligaciones internacionales en el ámbito del desarme nuclear.
La Cumbre sobre seguridad nuclear celebrada en Washington del 12 al 13 de abril volvió a demostrar esta hipótesis.
Los líderes de los 47 países participantes acordaron tomar medidas para la protección del material nuclear vulnerable, como el uranio o el plutonio, en un plazo de cuatro años. Este tipo de avances técnicos siempre tienen una gran resonancia política.
Sin embargo, es poco probable que este ambicioso objetivo sea alcanzado en un plazo tan corto. Para lograr un progreso de tal calibre en esta materia habría que, en primer lugar, resolver los problemas de mafias e inestabilidad política existentes en la zona de Oriente Medio, la India, Pakistán, Afganistán, Iraq y otros países. Precisamente desde estas zonas conflictivas proviene la amenaza del terrorismo nuclear.
Hasta ahora, tan sólo EEUU y Rusia han prestado una especial atención al manejo y almacenamiento del material nuclear. La cumbre de Washington hace albergar alguna esperanza de que también otros países puedan incorporarse a esta importantísima iniciativa.
Rusia, que colaboró con EEUU en confeccionar la agenda de la cumbre, impulsó la aprobación de la Convención Internacional para la Supresión de Actos de Terrorismo Nuclear, el documento principal que define los conceptos de terrorismo nuclear y terrorista nuclear. Sólo algo más de 60 países de la ONU firmaron este documento, pero la cumbre de Washington, probablemente, dará pie a varias decenas de países más a adherirse. Esta convención es hoy el único remedio contra la plaga del terrorismo atómico.
Todos los documentos firmados durante la Cumbre (comunicados, acuerdos sobre intercambio de información, el documento que prevé inspecciones por parte de especialistas del Organismo Internacional de Energía Atómica, etc.) carecen de carácter vinculante. Lo malo es que, según muestra la práctica, no existe una uniformidad en la interpretación de los acuerdos no vinculantes en general, y de los nucleares, en particular. Lo cual va, evidentemente, en detrimento del bien común.
Todas las potencias nucleares son egoístas en mayor o menor medida. Esto reza para Irán y Corea del Norte, cuyos programas nucleares son la mayor alarma, aunque no se pueda olvidar a Israel, la India y Pakistán, cuyo potencial nuclear supone determinados riesgos para la seguridad global. EEUU, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia, por supuesto que también, ya que poseen armas nucleares desde hace muchas décadas. No obstante, según demuestran todos los tratados firmados entre Rusia y EEUU, incluido el más reciente de limitación y reducción de las armas estratégicas ofensivas, suscrito en Praga, entre ellos se están dando pasos para vencer ese egoísmo nacional relativo al armamento nuclear.
Si la Cumbre sobre seguridad nuclear anima a otros países a seguir el ejemplo de Moscú y Washington, habrá sido un éxito. Y más aun, teniendo en cuenta los planes de convocar una segunda cumbre en 2010 en Corea del Sur, lo que aviva las esperanzas de que la No Proliferación se haga realidad.
Aunque los objetivos de tales reuniones globales siempre son muy serios, siempre se escapan algunos detalles que hacen sonreír a los expertos. Esta vez, cuatro países: Ucrania, Canadá, Chile y México se han comprometido a renunciar a sus reservas de uranio enriquecido, cuando Rusia y EEUU iniciaron este proceso hace ya diez años.
La nota de color la dio el presidente georgiano, Mijail Saakashvili, al anunciar que su país impidió la venta ilegal de uranio enriquecido en Tbilisi, sin recurrir a ayuda internacional. Se trataba tan sólo de varios gramos, pero Saakashvili dijo que habían atajado el octavo intento de hacerlo.
Según los datos del OIEA, desde 1993 han sido reportados 15 intentos del contrabando de uranio altamente enriquecido para uso militar. Según estos datos, la mitad de tales tentativas tuvieron lugar en Georgia. Saakashvili prometió hacer públicos más detalles en breve.
La amenaza de adquisición de uranio altamente enriquecido con fines terroristas es un poco exagerada. Cualquier uranio 235 enriquecido a más del 20% se considera altamente enriquecido. Las centrales electronucleares usan uranio poco enriquecido, al 1% ó 5%. En teoría, es posible fabricar una bomba nuclear con uranio enriquecido al 30% o al 40%, pero para hacer una bomba con este material serían necesarios cientos de kilos... Es poco probable que a los terroristas se les ocurra emplear esta vía para crear una bomba. Por ejemplo, la lanzada sobre Hiroshima tenía unos 60 kilos de uranio de muy alto enriquecimiento, hasta el 90%.
Existe, no obstante, la posibilidad de la llamada bomba sucia, que combina explosivos convencionales con materiales radiactivos (uranio de poco o mediano enriquecimiento). Esta bomba podría contaminar a la gente, edificios y el medio ambiente en una zona muy extensa y sus efectos serían catastróficos y duraderos.
Gracias a ria novosti
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