Previamente esta especie había sido divisada en pocas ocasiones, muriendo en la superficie del mar o ya fallecida en la orilla.
Su extraña apariencia podría haber servido de base para los mitos de serpientes marinas relatados por viajeros oceánicos.
Mark Benfield, de la Universidad Estatal de Luisiana, en Baton Rouge, Estados Unidos, estaba llevando a cabo un estudio como parte del proyecto Serpiente, una colaboración entre científicos marinos y compañías energéticas como BP, Shell, Chevron y Petrobras que trabajan en el Golfo de México.
Estas compañías fueron las que proporcionaron los vehículos a control remoto con los que los científicos fueron capaces de explorar las profundidades como nunca antes.
Durante estos estudios, los científicos vislumbraron un Regalecidae gigante.
¿Un tubo o un pez?
El profesor Benfield, al recordar el momento, dijo que al principio pensaron que se trataba de un tubo de perforación sumergido en el agua y luego descubrieron que se trataba de un pez, y lo pudieron seguir durante cinco minutos.
"Vimos esta cosa brillante, luminosa y vertical (...) parecía que estaban bajando una tubería gigante. Nos acercamos un poco y dijimos 'eso no es una tubería, ¡eso es un pez!'", narró Benfield.
El pez fue visto por debajo de Thunder Horse, en el Golfo de México, una de las mayores plataformas petrolíferas semi-sumergibles del mundo.
El proyecto Serpiente es manejado por el Centro Nacional de Oceanografía, Southampton (NOCS, por sus siglas en inglés) y se trata de una iniciativa única de colaboración entre científicos y la industria, asegura Bourton.
Las empresas petroleras y de gas permiten a los científicos el acceso a sus tecnologías de aguas profundas e infraestructura en un intento de ayudar a sus investigaciones.
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